martes, 30 de noviembre de 2010

Un rasgo generoso

     “Un rasgo generoso” no es un cuento, sino el fragmento de una novela titulada “Corazón” y escrita por Edmundo de Amicis, un autor italiano que vivió entre 1846 y 1908.
     La novela está escrita en forma de diario. Enrico, un niño de doce años, narra la historia de una clase de alumnos de un colegio de Turín. Contando su historia personal y la de la gente que vive a su alrededor, Enrico nos acompaña a través de los distintos momentos de un año escolar y nos muestra la vida de su país, Italia.

Cuando entré en la clase, el maestro no había llegado todavía y tres o cuatro chicos atormentaban al pobre Crossi, el pelirrojo que tiene un brazo muerto y cuya madre vende verduras. Lo pinchaban con las reglas, le tiraban a la cara cáscaras de castañas, y lo motejaban de tullido y de monstruo, imitándolo, con su brazo en cabestrillo. Y él, solito al fondo del pupitre, descolorido, los oía, mirando ora a uno ora a otro con ojos suplicantes, para que lo dejasen en paz. Pero los otros se chanceaban cada vez más, y él empezó a temblar y a ponerse rojo de rabia. De pronto Franti, ese malencarado, se subió a un pupitre y, fingiendo llevar dos cestas en los brazos, remedó a la madre de Crossi cuando venía a esperar a su hijo a la puerta, porque ahora está enferma. Muchos se echaron a reír a carcajadas. Entonces Crossi perdió la cabeza y, agarrando un tintero, se lo arrojó a la cara con todas sus fuerzas; pero Franti hizo un quiebro, y el tintero fue a darle en el pecho al maestro, que entraba.
Todos escaparon a su sitio, y callaron atemorizados.
El maestro, pálido, subió a la tarima y, con voz alterada, preguntó:
  ¿Quién ha sido?
Nadie respondió.
El maestro gritó otra vez, alzando aún más la voz:
  ¿Quién?
Entonces Garrone, movido por la compasión del pobre Crossi, se levantó de golpe y dijo resueltamente:
— ¡Yo!
El maestro lo miró, miró a los alumnos asombrados; después dijo con voz tranquila:
—No has sido tú.
Y, al cabo de un momento:
—El culpable no será castigado. ¡Que se levante! Crossi se levantó, y dijo llorando:
  Me pegaban y me insultaban, perdí la cabeza, tiré...
—Siéntate —dijo el maestro—. Que se levanten los que lo han provocado.
Se levantaron cuatro, la cabeza gacha.
—Vosotros —dijo el maestro— habéis insultado a un compañero que no os provocaba, habéis escarnecido a un desgraciado y golpeado a un débil que no se puede defender. Habéis cometido una de las acciones más bajas, más vergonzosas, con las que se puede manchar una criatura humana. ¡Cobardes!
Dicho esto, bajó entre los pupitres, puso una mano bajo la barbilla de Garrone, que estaba con la vista en el suelo, y levantándole la cabeza lo miró a los ojos y le dijo:
— ¡Tienes un alma noble!
Garrone, aprovechando la ocasión, murmuró no sé qué palabras al oído del maestro; y éste, volviéndose hacia los cuatro culpables, dijo bruscamente:
  Os perdono.


Edmundo de Amicis. Corazón (Alianza Editorial, Madrid, 1984, pp. 16-18)

martes, 16 de noviembre de 2010

ENCUENTRA LAS PALABRAS ESDRÚJULAS EN ESTA CANCIÓN

 Muchacha típicamente esdrújula

Escucha dos veces y con atención esta canción de Juan Manuel Serrat.
Trata de una chica un poco pija de hace cuarenta años. La canción está
llena de palabras esdrújulas. Si pones cuidado,
encontrarás hasta 22
palabras esdrújulas distintas.


 

Para corregir el ejercicio, puedes consultar la siguiente página:
http://www.cancioneros.com/nc/2046/0/muchacha-tipica-joan-manuel-serrat

Al final de la semana que viene publicaremos la solución, ¡suerte!

lunes, 8 de noviembre de 2010

El viejo guardián






¡Qué gusto daba mirar desde lo alto los barcos que resbalaban sobre el mar como en un espejo! El pequeño Yon se sentía feliz en la cima de aquel monte.
Sin padres, había ido a vivir con su abuelo en aquella casita de la montaña, en medio de los campos de arroz, dorados como el oro. Gozaba allí de aire puro y sol y libertad como los pájaros. Podía correr y jugar alegremente. ¡Qué bien se vivía en aquella paz campesina!
El pueblecito estaba allá abajo, a lo largo de la costa, frente al mar incendiado de sol. Yon veía las casas, pequeñitas, blancas, limpias; todo el pueblo como un lindo juguete. Y a los hombres y a los niños los veía como hormigas grandes y hormigas pequeñas.
Entre el monte y el mar solo había una estrecha faja de tierra, donde los hombres construyeron sus casas. Los campos cultivados estaban en aquella planicie de la montaña, húmeda y fértil, donde vivía Yon. El abuelo era el guardián de los extensos arrozales del pueblo.
El niño amaba los grandes campos de arroz. Siempre estaba dispuesto a ayudar en el trabajo de abrir las acequias de riego, y nadie como él ahuyentaba los pájaros en la época de la siega.


Yon se sentía feliz. Su abuelo lo quería mucho. Vivían los dos en la casita menuda y limpia, y estaba seguro de que los otros niños le tendrían envidia. Aquel viejo fuerte y serio era el mejor de todos los hombres.

Un día en que las espigas amarillas brillaban al sol, el viejo guardián miraba a lo lejos, al horizonte del mar. Su mirada era fija y llena de sorpresa.
Una especie de nube grande y negra se elevaba en el confín como si el agua se revolviera contra el cielo. El viejo seguía mirando fijamente. De pronto, se volvió hacia la casa y gritó:
-¡Yon!, ¡Yon!, trae del fuego una rama encendida.
El pequeño Yon no comprendía el deseo de su abuelo, pero obedeció al momento y salió corriendo con una tea en la mano. El viejo había cogido otra y corría hacia el arrozal más próximo.
Yon lo seguía sorprendido. ¿Sería posible? Y al ver horrorizado que tiraba la tea hecha llamas en el campo de arroz, gritó:
-¡Qué haces, abuelo! ¡Qué quieres hacer!
-¡De prisa, de prisa, Yon, prende fuego a los campos!
Yon quedó inmóvil. Pensó que su abuelo había perdido la razón, y todo su cuerpo se llenó de espanto. Pero un niño japonés obedece siempre, y Yon tiró la antorcha llameante entre las espigas.
Primero fue una lumbre débil donde se retorcían los tallos resecados; después se extendió el fuego en llamaradas rojas, y bien pronto fueron los arrozales una inmensa hoguera. La montaña se elevaba hasta el cielo en una columna de humo.

Desde allá abajo, los habitantes del pueblecito vieron sus campos incendiados y, dando gritos de rabia, corrieron desesperados, trepando por los senderos tortuosos del monte; subiendo, subiendo hasta agotar las fuerzas. Nadie quedaba atrás. También las mujeres subían con los niños a la espalda.
Al llegar al llano y ver los extensos arrozales desvastados, la indignación se oyó en un grito de furia:
-¿Quién ha sido? ¿Quién es el incendiario?
El viejo guardián se adelantó a los hombres y dijo con serenidad:
-¡Yo he sido!
Yon sollozaba.
Un grupo los rodeó en actitud amenazadora, gritando:
-¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué?
El viejo se volvió severo y extendió la mano señalando el horizonte.
-Mirad allá –dijo.
Al fondo, donde unas horas antes la gran superficie del mar era plana como un espejo, se levantaba ahora hasta el cielo una espantosa muralla de agua. Una ola oscura y gigantesca avanzaba desde el confín.
Hubo un momento de horror. Ni un grito… Los corazones latían con fuerza.
La muralla de agua avanzó hasta la tierra con un ronco bramido, se volcó sobre la costa deshaciéndolo todo, invadiéndolo todo, y fue a romperse, en un trueno desgarrado y furioso, contra la montaña… Una ola más. Después otra más débil… Luego, el mar se fue retirando con un rugido sordo.

La tierra apareció revuelta y socavada. El pueblecito había desaparecido, deshecho y arrastrado por aquella ola inmensa.
El viejo guardián miró satisfecho a todos los habitantes bien seguros en la cima del monte.
Su presencia de ánimo los había salvado de la invasión del mar.

De miedo

A lo largo de todo un año se suceden festividades, celebraciones, recordatorios... El mes de noviembre es el mes en el que se rinde recuerdo a los muertos, a lo desconocido, a lo inexplicable. Nosotros nos sumamos a este tiempo de oscuridades con dos breves narraciones, dos minicuentos de miedo.


"Ella y su alma”, de Thomas Bailey Aldrich
Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.


“¿Sería fantasma?”, de George Loring Frost
Al caer de la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
- Este lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
- Yo no -respondió el otro-. ¿Y usted?
-Yo sí -dijo el primero y desapareció.

sábado, 6 de noviembre de 2010

BECQUER

En  Tercer Ciclo en Alconera (tras la genial sugerencia de nuestro compañero Santos) hemos trabajado la Leyenda de Maese Pérez El Organista. Os dejo la dirección de la web donde nos hemos descargado esta Leyenda (hay muchas otras similares donde poder obtenerlas, junto a las Rimas).

CAMBIOS EN LA ORTOGRAFÍA a partir de 2011

http://www.lacerca.com/noticias/cultura/ortograficos_academia_espanola_rae-71063-1.html

Esta semana hemos conocido los cambios ortográficos planteados por la RAE (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA), a los que quizás debamos acostumbrarnos en breve (a partir de estas navidades).

La nueva Ortografía de la Real Academia Española fija la denominación de algunas letras, cambia “quorum” por cuorum  y elimina las tildes de “solo”, “guion” y “o” entre números.
La i griega será ye, la b será be (y no be alta o be larga); la ch y la ll dejan de ser letras del alfabeto; se elimina la tilde en solo y los demostrativos (este, esta…) y en la o entre números (5 o 6) y quorum será cuórum, mientras que Qatar será Catar.